LOS SOFISTAS
El siguiente fragmento proviene de "Introducción a la filosofía" del francés Jacques Maritain
El siguiente fragmento proviene de "Introducción a la filosofía" del francés Jacques Maritain
Busto del sofista Hipias |
La sofística no es una doctrina, sino más bien una actitud viciosa del espíritu.
Los sofistas eran aparentemente los continuadores y discípulos de los sabios de la
edad precedente – el nombre mismo de sofista no tenía en su origen ningún sentido
peyorativo –; en realidad diferían de ellos esencialmente, porque tomaban como fin y
regla de su ciencia no lo que es (el objeto del conocimiento), sino los intereses del sujeto que conoce.
Así, profesores ambulantes que buscaban honores y dinero, conferencistas,
enciclopédicos, periodistas – si así se les puede llamar –, superhombres, o dilettantes,
los sofistas son todo, menos sabios o filósofos.
Hipias, que sobresalía por igual en la
astronomía, geometría, aritmética, fonética, rítmica, música, pintura, etnología,
mnemotécnica, en la epopeya, la tragedia, el epigrama, el ditirambo (alabanza exagerada),
y en las exhortaciones morales; que fue embajador de Elis y que aprendió todos los
oficios (un día se presentó en los juegos olímpicos con un traje hecho en su totalidad por
él mismo)
Lo que se puede afirmar como característicos de todos, es que buscaron
las ventajas de la ciencia, sin buscar la verdad.
Quisieron las ventajas de la ciencia, en cuanto ésta significa para el que la
posee poder y dominación, voluptuosidad intelectual.
Bajo este aspecto, pasaban
por racionalistas y sabios universales; para todos los problemas tenían explicaciones
falsamente claras, y pretendían reformarlo todo, hasta las reglas de la gramática y el
género de los sustantivos.
Busto de Protágoras |
Igualmente se interesaban preferentemente por las cosas
humanas, que son las más complejas y las menos seguras de todas, pero con las que
puede el hombre, más que con las otras, aspirar al poder y la gloria: historia, derecho,
casuística, política, y retórica.
Y se las daban de profesores de “virtud”.
Pero no buscaban la verdad. No pretendiendo de la labor de la inteligencia
sino un medio para hacer ostentación a sus propios ojos, como a los de los demás,
de su superioridad, fatalmente debían ser arrastrados a hacer consistir la ciencia
más refinada en el arte de negar y de destruir por medio del razonamiento; siendo
como es, la destrucción, para hombres y niños, el modo más fácil de demostrar su
fuerza; y se distinguieron igualmente en el arte de sostener el pro y el contra en
todas las cuestiones — otro modo de demostrar la fuerza y la habilidad.
Es decir, que la ciencia se disolvía entre sus manos; lo que en sus predecesores era
simplemente falta de disciplina intelectual, fue entre ellos decidido propósito de hacer uso
de los conceptos sin preocuparse de sus exigencias precisas y delicadas, sino únicamente
por el gusto de confundirlos y revolverlos todos en una especie de prestidigitación
intelectual: de ahí sus sofismas o razonamientos engañosos.
Su moral era por el mismo
estilo; declaraban convencionalismo arbitrario toda ley impuesta a los hombres, y la “virtud” que enseñaban se reducía, en último término, sea al arte de triunfar, sea a lo que
los discípulos de Nietzsche llaman hoy “la voluntad de poder”.
Así, pues, de todo lo que animaba las grandes ambiciones dogmáticas de
la época precedente, los sofistas guardaron el orgullo de la ciencia, habiendo
perdido el amor de la verdad.
Quisieron ser grandes por medio de la ciencia,
despreocupándose a la vez de lo real. Creyeron, por decirlo así, en la ciencia, pero
no creyeron en la verdad.
Protágoras de
Abdera (480-410) declaraba, por ejemplo, que “el hombre es la medida de todas
las cosas, de las que existen como de las que no existen”, lo que significa, según su
pensamiento, que todo es relativo a las disposiciones del sujeto, y que es verdadero
aquello que cada uno acepta como tal.
Y en el libro que escribió, titulado De la
naturaleza o del no ser, su contemporáneo Gorgias de Leontini (muerto en el
año 375), célebre orador, enseñaba: 1° que el ser no existe, o en otros términos,
que nada existe: el no ser es el no-ser, por consiguiente es, decía jugando con la
palabra es (especie de juego del cual hará Hegel más tarde el deporte metafísico
por excelencia); luego el ser, que es su contrario, no existe…; 2°, que si algo existe,
no lo podemos conocer; 3°, que si alguien pudiera conocer alguna cosa, no podría
comunicar tal conocimiento a los demás.
Busto del sofista Gorgias |
ACTIVIDADES:
Tratemos de entender como era la mentalidad sofista:
1. Imaginen que son sofistas, y un vendedor de armas los contrata para que armen un discurso de lo conveniente que es entrar en guerra con la ciudad vecina: no importa sí en realidad conviene o no, sino que, a través de recursos retóricos (que intentan "ganarse" al público) lograr convencer. Armar el discurso (breve) que implique un sofisma (ver blog si no los recuerdan)
2. Ahora imaginen que a un poderoso mercader no le conviene en absoluto la guerra en este momento y les solicita que, atacando a la postura de entrar en guerra, convenzan de que lo mejor es la paz. Todo vale: apelar a "estudios" (que tienen que tener una base verdadera, pero se puede exagerar), a creencias, a ejemplos, ocultar datos contrarios, etc. Un sofista no se preguntaba sobre que era lo mejor o lo verdadero, sino que enseñaba a que convenzas a los demás que lo que propones es lo mejor o verdadero.
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