FILÓSOFOS FÍSICOS, LÓGICOS Y METAFÍSICOS
TALES DE MILETO
Solo repasaremos los principales filósofos antiguos que demuestran un elevarse en buscar el principio de todas las cosas.
FÍSICOS:
Las realidades físicas son aquellas que son perceptibles por nuestros sentidos
El iniciador que podemos encontrar es Tales de Mileto
LÓGICOS
Las realidades lógicas son las que son en la mente y no por sí mismas. Parten delas realidades físicas pero se desprenden de ellas.
Aquí es necesario destacar la figura de Pitágoras de Samos
INICIOS METAFÍSICOS Y ENCRUCIJADA
"Metafísico" proviene de "meta" (mas allá) y "fisis" (naturaleza) y es aquello que esta "de fondo" en todo ser, que no es perceptible con los sentidos sino capado por la inteligencia.
Comenzando a "leer entre" las realidades sensibles, encontramos a dos representantes con posturas contrarias acerca de la respuesta sobre el principio de todo, por un lado HERÁCLITO de Éfeso y por el otro PARMÉNIDES de Elea
TALES DE MILETO
Tales, por ejemplo (624-546) inspirándose en los antiguos mitos
que hacían provenir todas las cosas de las aguas primitivas, y fijándose además en
que las plantas y los animales “se nutren de humedad” y que todo germen viviente
es húmedo, declarará que el agua es la sustancia única y que permanece idéntica
bajo todas las transformaciones de los cuerpos.
Todo está lleno de dioses, decía Tales en
este sentido. Por ésta tan primitiva escuela de Jonia – llamada hilozóica, por haber
atribuido la vida a la materia –, podemos comprender que se ha de considerar como
lo más rudimentario en filosofía, doctrinas tales como el monismo materialista,
que enseña la existencia de una sola sustancia material, y el evolucionismo, que
pretende explicar todos los seres por el desarrollo histórico y el desenvolvimiento
o evolución de seres preexistentes.
PITÁGORAS
Pitágoras de Samos (572-500, o según otros, 582-497), comprendió que existen realidades más altas que aquellas que son objeto de los
sentidos.
La ciencia de los números fue la que le reveló estas realidades invisibles,
cuyo orden inmutable domina y dirige el curso de los acontecimientos; y ya no
conoce en adelante más que los números. No dice solamente que existe en los seres
y en el mundo un principio oculto de medida y de armonía; enseña además que
los números – por los que esta armonía se manifiesta a nuestros sentidos –, son la
única realidad verdadera: y lo concibe como la esencia misma de las cosas.
Reflexionemos por otra parte en el misterioso valor simbólico de los números y comprenderemos cómo
el pensamiento de Pitágoras pudo deslizarse, tan naturalmente, del
signo a la causa, y hacer del símbolo un principio de realidad.
Consecuencia: los principios de los números son los principios de todo lo que
existe; de la oposición entre lo determinado y lo indeterminado (infinito) derivan
todas las contradicciones fundamentales – ante todo, par e impar, elementos del
número; después lo uno y lo múltiple, derecha e izquierda, macho y hembra, reposo y
movimiento, recto y curvo, luz y tinieblas, bien y mal, cuadrado y cuadrilátero de lados
desiguales – que ordenan la naturaleza y la actividad de las cosas; toda esencia tiene
su número, y toda esencia es un número (el número 4, por ejemplo, no es solamente
figura, sino que es lo constitutivo de la justicia; el número 3, de la santidad; el 7, del
tiempo; el 8, de la armonía; el 5, de la unión de los sexos; el 10, de la perfección); a los
números, que por sí mismos no están ni aquí ni allá, déseles una posición, y tendréis los
cuerpos.
Y así toda especulación sobre el origen o la naturaleza de las cosas se diluye en
una especulación acerca de la génesis de los números y de sus propiedades.
Así Pitágoras y su escuela, a quienes las matemáticas, la música y la astronomía
deben tanto, no llegan a la verdadera noción de filosofía primera o metafísica; colocados
en un grado de abstracción superior al de los jónicos, no confunden, como lo hicieron
éstos, la metafísica con la física, mas la confunden con la ciencia del número (a la
que atribuyen interpretaciones cualitativas) y quedan por lo mismo, a pesar de sus
esfuerzos hacia el puro inteligible, sin desprenderse de la imaginación. Aunque ven
por otro lado que las cosas son reguladas intrínsecamente por principios inmateriales
más reales y más verdaderos que lo que se palpa y se ve, no consiguen todavía concebir
la idea de causa formal, que sólo Aristóteles hará resaltar debidamente.
HERÁCLITO
Heráclito de Éfeso, genio altivo y solitario, menospreciador de la multitud y
de la religión del vulgo, lleva heroicamente hasta sus primeros principios metafísicos el
pensamiento de los filósofos de Jonia, y fija de una vez para siempre uno de los extremos
del esfuerzo especulativo y del error.
Una de las realidades percibidas en los seres, se ha
apoderado de él con tanta fuerza, que lo hace esclavo suyo para siempre. Esta realidad es
el cambio, el fieri o devenir.
Observa que las cosas se trasforman de tantas maneras, que
proclama que todo es cambio. Todo pasa o corre; y los hombres son locos al descansar en la seguridad de su falsa felicidad:
“Todos los nacidos quieren vivir para morir un día y reposar,
y dejan sus hijos en la tierra para que éstos mueran a su vez.”
No tocamos dos veces la misma
cosa; no nos bañamos dos veces en el mismo río. En el momento que llevamos la mano a
una cosa, ésta ha dejado ya de ser lo que era. Lo que existe, cambia, por el hecho de ser.
Es decir, que no existe ningún ser estable o permanente, que sufra el cambio
permaneciendo idéntico a sí mismo.
Por lo tanto lo que es (la cosa que cambia), a la
vez no es (puesto que nada se libra de la mutación):
“Nosotros descendemos al
mismo río y no descendemos; existimos y no existimos.”
Decididamente afirma
también que los contrarios se confunden:
“El agua del mar es la más pura y la más
inmunda ... ; el bien y el mal son una misma cosa.”
Heráclito, creyó personalmente en la verdad: “Si vosotros no esperáis lo inesperado,
decía, nunca alcanzaréis la verdad, que es difícil de discernir y apenas accesible.”
De modo que Heráclito es el filósofo de la evolución y del absoluto devenir.
Por consiguiente, todas las cosas son a sus ojos diferenciaciones – producidas por la
discordia o la guerra –, de un solo principio en movimiento, que él se imagina bajo
la forma de fuego, de un fuego etéreo, viviente y divino.
Por ahí se ve claramente,
y desde los orígenes, que toda filosofía de la mutación o devenir, cae luego en el
monismo y en el panteísmo.
“El afirmar que todos los seres son uno - escribe
Aristóteles - no es sino repetir la opinión de Heráclito. Y en ese caso todo se confunde;
el bien y el mal son la misma cosa, el hombre y el caballo son idénticos. Pero esto ya
no es afirmar que los seres son una sola cosa, sino afirmar que no son nada.”
PARMENIDES
Pero el filósofo más profundo, el verdadero fundador de esta escuela es su
discípulo Parménides de Elea (nacido en el año 540) Elevándose sobre el mundo de las apariencias sensibles, y aun
sobre el de las esencias matemáticas y de los números, llega hasta aquello que en las
cosas constituye pura y propiamente el objeto de la inteligencia.
¿No es cierto que
lo primero que la inteligencia ve en todas las cosas, es que éstas existen, es decir,
el ser? La idea de ser, así destacada, se impone a Parménides con tal fuerza que
llega a cegarlo. Como Heráclito, por la misma época, queda cautivo del cambio, así Parménides queda cautivo del Ser. Y no ve sino una cosa:
lo que es, es, y no
puede dejar de ser; el ser es, el no ser no es.
Parménides es así el primer filósofo
que haya comprendido y formulado el principio de identidad o de no contradicción,
principio supremo de todo el pensamiento.
Contemplando, pues, el Ser puro, comprende que este Ser es absolutamente
uno y absolutamente inmutable, eterno, libre de evolución, incorruptible,
indivisible, intacto, y entero en su unidad, en todo igual a sí mismo, infinito, y
que contiene en sí toda perfección.
Pero mientras descubre así los atributos de
Aquel que es, se niega a admitir que ningún otro ser pueda existir, y rechaza como
algo escandaloso al ser mezclado con la nada – o la limitación – (porque habría
que suponerlo sacado de la nada), cualidad inherente a todos los seres creados.
Se extravía luego hasta el punto de atribuir al ser del mundo lo que es propio
del Ser increado. Y antes que abandonar lo que él cree exigido por el ser y la razón,
prefiere heroicamente negar el testimonio de los sentidos, y declarar que no existe
en el mundo ni cambio ni multiplicidad. El cambio, el movimiento, el fieri o
devenir, como la diversidad de las cosas, no es sino una apariencia ilusoria.
No
existe sino el Ser y el Uno.
Porque...
¿no es cierto que el cambio supone que lo que existe no existía (en el
nuevo estado adquirido), y que, continuando en la existencia, cesa de existir (respecto
al ser pasado)?
¿La multiplicidad no supone que lo que es (esto) a la vez no es
(aquello)?
Por consiguiente, la multiplicidad y el cambio, ¿no están en contradicción
con el principio supremo “lo que es posee en sí el ser y no el no ser?
Así se coloca Parménides en el extremo opuesto de Heráclito, fijando también,
de una vez para siempre, uno de los términos últimos del esfuerzo especulativo, y a la vez del error; y mostrando que toda filosofía del ser puro, por el mero hecho
de negar esta especie de no ser que Aristóteles llamará potencia, y que es propio
de todas las cosas creadas, debe absorber todos los seres en el Ser por excelencia,
absorber el mundo en Dios, y conducir al Monismo y al Panteísmo no menos
fatalmente que la filosofía del fieri o devenir absoluto.
ACTIVIDADES:
1. Con dos argumentos defiende la doctrina de Tales de Mileto.
2. Reflexiona y responde... ¿Qué existió primero: el número o las cantidades? Fundamenta
3. Algunos se tatúan la frase de Heráclito "Todo fluye, nada permanece" ¿Cuál te parece que será el valor de esta frase como para tenerla como principio de vida?
4. ¿Contra qué principio de la lógica termina chocando el pensamiento heráclitano?
5. Si es cierto que el ser es y el no-ser no es... y el cambio es el paso del ser al no-ser o del no-ser al ser, pero el no-ser no es una cualidad, ni un lugar ni un estado.... ¿Cómo se puede refutar a Parménides para evitar diciendo que el cambio es ilógico.?
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